El sueño internacionalista de Despina
Teatro Real de Madrid. W. A. Mozart: Così fan tutte ossia La scuola degli amanti, dramma giocoso en dos actos con libreto de Lorenzo da Ponte. María Rodríguez (Fiordiligi), Lola Casariego (Dorabella), Ismael Jordi (Ferrando), Joseph Miquel Ramón (Guglielmo), Elena de la Merced (Despina), Carlos López Galarza (Don Alfonso). Orquesta Sinfónica de Madrid. Coro de la Sinfónica de Madrid. Patricia Barton, clave. John Paul Friedhoff, violonchelo. Jesús López Cobos, director. Joseph Maria Flotats, director de escena. Alexander Beliaev, escenógrafo. Lena Rivkina, figurines. Goyo Montero, coreógrafo. Vinicio Cheli, iluminador. Ocupación: 100 %El sereno equilibrio que presidió la presentación del segundo reparto de la Nueva Producción de Così fan tutte del Teatro Real fue la clave del éxito generalizado, realzado por la presencia en escena de seis prometedoras jóvenes voces españolas.Sin estar de acuerdo con el planteamiento general de Josep Maria Flotats, hay en su escenografía muchos aspectos interesantes. La dirección de actores está en todo momento muy bien pensada, la belleza del decorado preparado por Alexander Beliaev fuera de toda duda y los mil recursos teatrales ofrecidos por el catalán son encomiables. Lo que sucede, es que la ópera no trata de lo que Flotats nos cuenta. Così es la historia de un grupo de jóvenes frívolos y ociosos azuzados por el espíritu mismo de la Ilustración, encarnado en la figura de 'Don Alfonso'. De este modo, no puede entenderse que el filósofo haya sido convertido en un demonio que desciende al Averno cada vez que desaparece de escena. En contra de lo que plantea Flotats, no hay juventud manipulada -sino educada- y no hay un personaje perverso que maneje a sus pobres víctimas. A este respecto, el análisis que hace Luis García Fernández en un espléndido artículo incluido en el libro editado por el teatro es verdaderamente interesante y renuncia a hablar de misoginia centrando su discurso en el cuento ilustrado.Por otra parte, Flotats entiende Così como un sueño de 'Despina', por lo que tenemos que aceptar todo lo que nos ofrece, dado que los sueños no son fruto de la razón. Aceptamos, por tanto, que la escena se desarrolle en una sórdida fábrica y no en un ambiente frívolo como corresponde -un palacio según Miller; una hamburguesería según Sellars-, que haya fotos en color impresas en las camisetas de las dos hermanas cuando, en realidad, Flotats sitúa la escena a principios del siglo XX y que 'Despina' sueñe con la igualdad entre hombres y mujeres y con la emancipación del proletariado. Aceptado todo esto, debe hablarse del atractivo reloj que marca el tiempo transcurrido, de la cárcel hecha con lazos blancos en la que son encerradas las dos hermanas al final del primer acto y de su posterior uso para apresar a 'Despina' y 'Don Alfonso' al término de la ópera, del espectáculo de cabaret con que 'Despina' canta su aria 'Una donna a quindici anni' y por supuesto, de la manifestación improvisada después de que 'Don Alfonso' diga 'Così fan tutte'. En ésta, la escena se ve atravesada por pancartas que piden la libertad, la igualdad para las mujeres y por una especialmente grande que reza Así hacen todos, mientras se tararea la Internacional. Interesante recurso que deja claro que 'Despina' es la única de clase baja de la ópera y que anhela, por fin, su emancipación.La Sinfónica de Madrid ofreció una muy digna actuación bajo una batuta irreprochable. Jesús López Cobos estuvo atento a los detalles más nimios y con tiempos ágiles, dirigió un Così fan tutte impecable: concertantes perfectos, acompañamiento delicadísimo en las arias y fuerza en los momentos corales. Quizás sea ésta la mejor prestación que puede ofrecer la Sinfónica de Madrid en estos momentos. Desde luego, pocas veces ha brillado tan alto y dejado claro dónde están sus límites, lo que demuestra una vez más, que se hace necesario el reciclaje. El coro cumplió igualmente con su cometido.El joven reparto, como corresponde a una presentación en el primer teatro del seto, comenzó apocado, pero acabó mostrando sus mejores virtudes.La 'Fiordiligi' de María Rodríguez retiró el velo que cubría sus agudos y cantó un valiente Come scoglio y un delicado Per pietá. Antes que ella, enseñó sus armas Lola Casariego -más curtida-, que convenció como 'Dorabella' casi de principio a fin. Elena de la Merced fue la mejor de las tres. No sólo dotó a su personaje de la frescura necesaria para decir su desenfadado texto, sino que cantó con gusto y naturalidad. Precisamente fueron la tranquilidad que derrochó y la belleza y buena proyección de su voz las bazas de su espléndida actuación como 'Despina'.Entre los hombres, destacó el también curtido Josep Miquel Ramón, encarnando a un 'Guglielmo' de una pieza. A su lado, un Ismael Jordi sobrado de medios -quizás el cantante con mejores cualidades de los que estaban en el escenario- no fue capaz de redondear la faena, quizás por nervios, quizás por frialdad. Cantó bien, enseñó su firme agudo y su fiato, pero hasta el segundo acto fraseó atropelladamente. Acabó como un gran tenor y dejó claro que, si sigue por el buen camino, será uno de los grandes cantantes que puede ofrecer España. Carlos López Galarza convenció, sin derrochar garra, como 'Don Alfonso'.