El Mundo, 13-Agosto-2009


Flotats: 'Los actores somos los vampiros del autor'

  • Abre la temporada teatral con 'El encuentro entre Descartes y Pascal joven'
  • La obra de Brisville recrea la conversación entre los dos pensadores

Agosto no ha llegado a la mitad, pero la temporada teatral comienza ya. Convencido de que "Madrid tiene que tener teatro de texto todo el año", Josep Maria Flotats levanta el telón escénico hoy con el reestreno de 'El encuentro de Descartes con Pascal joven' en el Teatro Infanta Isabel.

La función de esta noche supone el reencuentro del actor catalán y la obra de Jean Claude Brisville con el público madrileño tras su estreno a finales del mes de enero. Entonces Flotats, también director del montaje y al que acompaña en la escena Albert Triola, estuvo apenas un mes en el Teatro Español con el aforo lleno, lo que impidió a muchos aficionados al teatro que no pudieran ver el segundo trabajo del intérprete con el autor francés, tras 'La cena' de hace cuatro años.

"Es una 'delicatessen' para todos los paladares, todo el mundo encuentra placer"

Flotats espera atraer a esos espectadores ahora. Para hacerlo confía en la "actualidad y belleza del texto" que confronta al padre del cartesianismo con un joven apasionado, filósofo y matemático que había creado la asombrosa máquina aritmética.

El encuentro entre ambos existió, pero no se sabe de lo que hablaron "los dos más brillantes pensadores del siglo XVII". Fueron cinco horas de charla en un convento parisino sin testigos o notas conocidas que permitan alumbrar la conversación. Brisville ha recurrido a la correspondencia posterior que mantuvieron Pascal y Descartes con diferentes personajes para recrear el diálogo. En el caso del primero, el autor se ha fijado en las cartas dirigidas a sus padres, mientras que en el del segundo, la base es el correo que sostuvo con varias reinas europeas.

De los escritos de los dos nace un diálogo entre opuestos. Descartes es "el sabio que está al final de su vida, la experiencia y la razón por encima de todo". Pascal, al contrario, es "el joven reconocido, pero sin publicar aún, que está en plena crisis mística que le lleva a cambiar el catolicismo por el jansenismo". Pero a los que une la admiración de uno por el otro y las ganas de conocer lo que piensa su contertulio sobre muchos temas.

Así debaten sobre asuntos tan importantes y actuales como "la libertad de poder expresar lo que se piensa sin, como dice Descartes en la obra, tener que temblar o la separación entre Estado e Iglesia". Y todo, según Flotats, sin grandes abstracciones que obliguen a ser un erudito para seguir el texto de Brisville.

"Es una 'delicatessen' para todos los paladares, todo el mundo encuentra placer", remarca el actor. "Durante la gira que hemos hecho por España nos hemos encontrado con espectadores de niveles distintos que han disfrutado cada uno a su manera, desde el que conoce a la perfección a los dos pensadores y puede profundizar en lo que dicen hasta el que no tanto, pero disfruta con el humor, la ironía de las réplicas y la brillantez del lenguaje".

Unas características que Flotats compara con los programas que conoció en los pocos canales de televisión que había cuando marchó a Francia y que ahora echa de menos. "No había que ser un gran amante o entendido de la ópera, pero te encontrabas con un diálogo entre, por ejemplo, Vittorio de Sica y Maria Callas y te entusiasmaba". Como espera que ocurra con el encuentro entre Descartes y Pascal que comienza de nuevo en Madrid.

"Es un placer decir el texto, porque los actores somos un poquito los vampiros del autor, que necesitan alimentarse con un buen lenguaje, paladear las palabras", asegura Flotats sobre la obra y sus gustos por el buen teatro de texto. "Porque, como dice Brisville, para hablar como en el metro, ya está el metro, por lo que no es necesario ir a un teatro y pagar una entrada para escucharlo". Pero, claro, tanta belleza y delicadeza tiene el peligro de emborrachar a quien las prueba.

"A veces tenemos que controlarnos porque llegamos a pensar '¡qué bien hablo!, ¡qué bueno soy!, ¡qué inteligente!', cuando no es así. O que somos los auténticos autores, y no lo somos; tan sólo los intermediarios entre el autor y el público, una especie de sacerdote laico que celebra" una función.

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