La Tribuna de Ciudad Real, 10-Julio-2009


XXXII festival de almagro

Duelo de titanes entre Josep María Flotats y Albert Triola

‘El encuentro de Descartes con Pascal joven’ recorre las grandes precupaciones de los dos grandes filósofos del siglo XVII en una época oscura donde impera la censura.

En pleno siglo XVII, marcado por el absolutismo político y el advenimiento del despotismo ilustrado, junto al enorme poder que ostenta la Iglesia, dos mentes brillantes se encuentran para hablar de sus investigaciones y reflexionar sobre diferentes aspectos sociales y religiosos de forma libre a contracorriente de una época, en la que la Inquisición ha condenado a Galileo por adherirse y defender la teoría heliocéntrica de Colérico, sacando al hombre del centro del Universo. Se trata de El encuentro de Descartes con Pascal joven, un espectáculo basado en el texto del gran dramaturgo Jean-Claude Brisiville que dirige e interpreta Josep María Flotats, junto a Albert Triola, que se puede ver en el Municipal hasta el próximo sábado, a las 22.45 horas, en el marco del XXXII Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro.

La propuesta recrea la reunión mantenida entre los dos grandes filósofos del siglo XVII en el convento parisino de los Mínimos, el 24 de septiembre de 1647 de la que ninguno dejó constancia por escrito, pero que ha imaginado Brisville de forma magistral y que traslada al público de igual manera gracias a la magnífica interpretación de Flotats y Triola. En dicho encuentro, el filósofo racionalista tiene 51 años y ya ha publicado su obra maestra El discurso del método, mientras Pascal, con apenas 24 años, está considerado uno de los grandes genios por sus descubrimientos, entre los que destaca la máquina aritmética, precursora de los ordenadores actuales, un joven científico que a pesar de sus éxitos se encuentra atormentando por la búsqueda de lo Absoluto que no encuentra en las ciencias.

La reunión comienza con una reflexión sobre la apariencia y la fama y la necesidad de vivir «pensando desapercibidamente», y desde el mismo inicio da lugar una imparable lucha dialéctica entre dos posturas de entender la vida y el mundo. Por un lado, Descartes elogia la razón y la inteligencia humana, donde para él reside la libertad, mientras Pascal sufre una profunda agonía porque cuanto más avanza en sus conocimientos más se aleja de Dios y todos los intentos de progreso le parecen insignificantes, causa de la decisión de abandonar sus investigaciones, porque lo único que le preocupa «es volver al centro, a la verdad» para encontrar en sí algo que no puede hallar en el mundo exterior, porque por muy perfectas que sean las matemáticas «el infinito no se puede encontrar en los números».

Dos posturas totalmente enfrentadas en una conversación sin tregua. Cada uno se mantiene en su posición, que defenderá a ultranza aunque se hagan ciertas concesiones.

Dos visiones divergentes cuya explicación también hay que buscar en la experiencia vital de cada uno de estos filósofos, porque mientras uno vive en la ciudad más progresista de Europa, Amsterdam, y disfruta de forma saludable de los pequeños placeres de la vida, el otro vive en un París asfixiante con una salud muy delicada, lo que le hace aferrarse al mayor símbolo del dolor humano y de la salvación, Jesucristo.

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