Camarada Flotats
El actor y director encarna a Stalin en su nuevo espectáculo
Había expectación por ver al camarada Flotats. Se hizo esperar ayer en la presentación de Stalin, el espectáculo que dirige (se estrena el martes en el teatro Tívoli, de Barcelona) y en el que además interpreta al dictador soviético, personaje central de la trama, "un thriller político con suspense". Apareció por fin Flotats, rodeado de los demás actores y no de siniestros chequistas y sudoplatovs del MVD, sin uniforme y con su habitual corte de pelo a lo garçon, pero con los bigotes de morsa del déspota georgiano."Dudé mucho sobre cómo hacer el personaje de Stalin", explicó Flotats, tan diferente, en principio, del basto y directo líder soviético, que insultaba a la mujer de Lenin y no sabía cómo usar los cubiertos. "No tengo el físico", reconoció. "He querido huir de lo que podía ser una caricatura. No se trataba de imitar, sino de ser creíble. Tenía claro lo del bigote, es un signo reconocible; me lo he dejado crecer más que enganchármelo cada función porque eso siempre causa problemas. Poca cosa más he hecho. Con los posticeros y maquilladores, modificamos la frente, más recta que la mía. También marcamos las cejas, que Stalin tenía bastante gruesas. Y eso es todo. Eso y la magia del teatro".
Josep Maria Flotats, que dijo que no ve diferencias entre hacer de Stalin o de Ricardo III, encarna a un Stalin en el final de su vida (la acción de la pieza arranca en 1952, el año antes de su muerte). Un Stalin abismado "en la soledad absoluta del que ejerce el poder absoluto", el hombre "que implantó el terror" -recuérdese la Ezhovsch-china, la gran liquidación del 37-38- y "está condenado a la soledad". Ese Stalin "no habla con nadie y cuando lo hace es para engañar y manipular; y está bastante enfermo". Stalin sufrió una hemorragia cerebral masiva en la mañana del 1 de marzo de 1953 en su dacha de Kuntsevo. Lo encontraron sus guardias por la noche, cuando se decidieron a entrar en sus aposentos, pues inspiraba tanto miedo que nadie se atrevía a molestarlo. Lo hallaron tendido en el suelo en pijama y camiseta. Estaba paralizado, no respondía y se había orinado encima. Beria y Malenkov se ocuparon de su maltrecha salud, así que no es raro que muriera unos días después, el 5, provocando un alivio general.
El espectáculo de Flotats, Stalin, adaptación teatral catalana que ha hecho él mismo de una parte de la novela Une exécution ordinaire, del escritor francés Marc Dugain, se centra en un episodio de esos tiempos postreros del dictador, el conocido como la conjura de los médicos o el complot de las batas blancas. "Se dijo que médicos judíos se habían conjurado para eliminar a personajes importantes del círculo del poder, lo que sirvió de excusa para una caza de brujas", recordó Flotats. La campaña se detuvo con la muerte de Stalin. En la pieza, en ese ambiente, Stalin se hace tratar por una médica desconocida (Carme Conesa), casada con un físico nuclear. Ante ella, el dictador rememora la historia y se explica a sí mismo. Para Flotats, es un "monstruo" en "el diván del psicoanalista". El montaje estará hasta enero en Barcelona, girará por Cataluña y Flotats aspira a hacerlo luego para el resto de España.
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