El Periódico, 21-Septiembre-2007


Flotats, en la piel de Stalin

Autor: Marc Dugain.
Escenografía: Jon Berrondo.
Teatro: Tívoli.
Estreno: 18 de septiembre (hay funciones hasta el 13 de enero

La expectación creada por el retorno al teatro catalán de Josep Maria Flotats, tras 10 años de ausencia, no se ha visto correspondida artísticamente hablando. El estreno mundial de Stalin, adaptación catalana del propio actor y director de un fragmento de la novela del francés Marc Dugain, Une exécution ordinaire, no ha sido lo brillante que se auguraba. La principal razón reside en la misma obra estrenada, teatralmente poco atractiva, farragosa, sin crestas de emoción y en muchos momentos cercana a un manual antiestalinista. Frente a ella se ha estrellado la buena interpretación de Flotats, la rigurosidad del montaje y la excelente actuación que brinda Carme Conesa.

PLANO Y REPETITIVO
No debe de ser fácil llevar a la escena el personaje de Stalin, un político cruel, en estado de eterna sospecha, aficionado a las purgas y perverso; Flotats lo recrea en los últimos momentos de su vida. La obra arranca en Moscú en 1952, y el dictador ruso murió un año después. Que todo esto era Stalin es cosa sabida; que siempre estaremos expuestos a que la historia nos dé seres así --lo fue el Ricardo III de Shakespeare--, también.
Pero en el Tívoli no se explica el personaje con los elementos claves del hecho teatral: desarrollar una historia y buscar la emoción y la fluidez. Hablar del terror sin que nos toque la piel es grave, por ejemplo. Hay ganas y esfuerzo por parte del Flotats director por conectar la representación con el público, pero no se consigue. Todo resulta demasiado plano y, a veces, incluso repetitivo. En una palabra: la función produce aburrimiento en más de una ocasión. Y eso es grave cuando se ha generado expectación.

DOS HORAS DE REPRESENTACIÓN
El lenguaje de Stalin no es lo brillante que cabría esperar de una adaptación hecha por un grandísimo profesional como es el exdirector del Teatre Nacional de Catalunya. Pienso que nada ayuda a mantener la atención del público durante las dos horas de representación y que cuesta entender la elección de este texto por parte de Flotats para su vuelta al teatro catalán, donde hay trabajos suyos poco menos que excepcionales, como, por ejemplo, Cyrano de Bergerac y Tot assajant Dom Juan.
Flotats, como actor, está bien: mantiene el personaje que dibuja, controla su propia forma de hablar, juega con la mirada. Y está muy bien Conesa: creíble, valorando los silencios y tendiendo puentes de afecto con el público. Pere Eugeni Font, Pep Sais y Pepa Arenos cumplen en personajes minimizados en el texto.

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