Diario Vasco, 20-junio-2009

TEATRO EL ENCUENTRO DE DESCARTES CON PASCAL JOVEN

!Silencio, se habla!

Esta reseña también se podría titular Menos es más. La representación es corta, una hora y diez minutos. La escenografía casi parece pedir excusas por estar ahí. La iluminación mantiene una delicada penumbra que, a su vez, convierte el patio de butacas en un espacio al que se arranca su habitual oscuridad. El vestuario no busca candidatura alguna a los Max. Todos estos elementos están encaminados a que nada nos despiste de los dos protagonistas de la función que, al mismo tiempo, se mimetizan con el entorno. Flotats director nos entreabre una puerta para dejarnos mirar dentro. Y parece decirnos que no hay tiempo para adornos ni florituras. ¡Silencio, se habla!

Un Descartes maduro, con su pensamiento filosófico reconocido, muestra su admiración por un joven Pascal que ha revolucionado desde temprana edad la física y las matemáticas. El autor del Discurso del método no puede entender que la pasión y el sufrimiento religioso impidan a Pascal avanzar en sus investigaciones científicas. Éste ve en Dios el altar donde sacrificar teorías demasiado terrenales. El encuentro es intenso y respetuoso, estéril y enriquecedor para ambos. Al menos todo esto es lo que parece contarnos Jean-Claude Brisville sobre esta cita entre dos pensadores y científicos del que no existen referencias escritas.

Anteriormente vimos de este mismo autor (y con Flotats también al frente) La cena. Los personajes de Tayllerand y Fouché mantenían unos diálogos que parecían combates de esgrima. La pompa, el terror y la fuerza de la Revolución francesa corría por las venas de esos dos políticos pendientes de sí mismos. En El encuentro todo es más intimista. Los palacios de entonces son ahora paredes de convento. No hay mayor ambición que el intercambio de opiniones. Para Brisville estas dos grandes personalidades prefieren cederse el paso, aunque en ocasiones ninguno entienda el camino del otro.

Flotats vuelve a dar otra buena muestra de esa sabiduría actoral que le sobra. Control y precisión; tacto, energía (sin necesidad de chillar) y delicadeza son herramientas que utiliza perfectamente. Lo tiene difícil el joven Albert Riola a su lado, pero cumple la misión a la vez que, supongo, irá cogiendo apuntes.


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