«El encuentro de Descartes con Pascal joven», una obra esDiario crita por Jean-Claude Brisville, permite a Josep-Maria Flotats, una de las grandes figuras de la escena española, volver a entrar en la piel de un personaje histórico, en este caso el filósofo René Descartes. Ya fue Charles Maurice de Talleyrand en «La cena», también de Brisville, y después encarnó a Stalin en una adaptación teatral de una novela de Marc Dugain. No es que le guste la «arqueología teatral»; antes bien, cada vez encuentra mayor vigencia en los personajes y en el texto de Brisville. «Me pone la piel de gallina ver que lo que piensan y lo que discuten los dos personajes, los asuntos de los que hablan, siguen hoy en día sin respuesta y siguen preocupándonos. Descartes y Pascal son personajes del siglo XVII pero al tiempo de una rabiosa contemporaneidad. Por ejemplo, Descartes trabajó durante varios años sobre la teoría de Copérnico de que la tierra daba vueltas alrededor del sol; cuando se enteró de la condena de Galileo por sostener la misma tesis, quema el libro que estaba escribiendo y renuncia a publicarlo. Nos habla de la censura, del miedo al poder, algo que sigue muy presente en nuestros días. La inteligencia humana, que es lo que defiende Descartes, siempre choca con el poder, con la libertad de pensamiento y de expresión. Hay determinadas cosas que no se pueden decir en voz alta hoy en día. Cuando Pascal le pregunta a Descartes por esa cuestión, éste contesta; «La Iglesia es poderosa y suspicaz, y yo no soy valiente todos los días. Estos son, además de personajes de carne y hueso, personajes que me estremecen porque no me están hablando de las guerras púnicas, me están hablando de mí».
La obra estrenada en el teatro Español -donde estará hasta el próximo 22 de febrero- recrea el único encuentro que mantuvieron Descartes y Pascal, «dos de los cerebros más brillantes del siglo XVII», en palabras de Flotats, a lo largo de su vida. Ocurrió el 24 de septiembre de 1647 en el convento de los Mínimos, en París, y no hay documentación sobre aquella entrevista. Brisville se ha imaginado la conversación y la ha convertido en obra teatral.
«Pascal tiene en ese momento 24 años, y el otro es el «super premio Nobel» de la época -relata Flotats-. Existe una admiración mutua increíble; Descartes está interesadísimo por ese joven prodigio que ya ha descubierto a los 19 años la máquina aritmética, que es el antecedente de los ordenadores».
Flotats ha apostado por la austeridad para su puesta en escena. «En primer lugar, por el escenario donde se desarrolla el encuentro, que no precisa de demasiados elementos». Pero es que, además, «lo importante es el diálogo, lo que se comunican los personajes; el gran protagonista del espectáculo es el verbo, la palabra, por estilo, por contenido, por ritmo, por acentos. Éste es un teatro sin cambios de decorado ni movimientos extraordinarios; es un teatro para escuchar».
«Brisville -continúa Flotats, que además de interpretar, firma el espacio escénico, los figurines, la versión y la dirección- muestra su extraordinario talento, y ha escrito algo parecido a un lied de Schubert, que es la quintaesencia de la música culta, pero al mismo tiempo popular. Ningún espectador necesita una preparación previa para que le emocione esa música, y ocurre lo mismo en esta obra, con un lenguaje altísimo, como corresponde a los dos personajes, pero que no es nada artificioso, pedante o «docto»; es asequible a todo el público sin ser, claro, lenguaje de la calle».
El autor tomó la mayor parte de la documentación, cuenta Flotats, de la correspondencia conocida de Descartes y Pascal. «De ahí toma la carne de los personajes: sus pasiones y sus debilidades, sus filias y sus fobias. Y eso es lo que le da verdad a la obra. Ésta no es en ningún caso un acto intelectual, literario y únicamente cerebral del encuentro de esos dos sabios, sino que son dos personajes de carne y hueso que se encuentran y se hablan, con la curiosidad que se tienen el uno por el otro, la admiración y los antagonismos. Eso la hace muy viva».
Personajes de esta altura son especiales para los actores, por lo que aportan profesional y personalmente. Flotats espera que «la frecuentación de los poetas me haga más humano y también un poco mejor persona. La herencia del saber -del saber vivir, del saber pensar, del saber andar, del saber hablar- nos la da alguien. Y en el teatro, además de los maestros, son los grandes poetas quienes te forman»,
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